Pitágoras estuvo buscando durante algún tiempo la manera de adquirir, mediante la razón, un criterio detallado y preciso acerca de las consonancias. Entretanto, por una especie de voluntad divina, al pasar delante de una herrería, escuchó casualmente que el golpear de los martillos emitía, de alguna forma, una única consonancia a partir de sonidos diferentes. Así, en presencia de lo que había estado buscando tanto tiempo, se acercó maravillado. Reflexionando durante un tiempo, llegó a la conclusión de que la fuerza física de los hombres que martilleaban era la causa de la diversidad de sonidos y, para probar esto más claramente, les pidió que se intercambiaran los martillos entre ellos. Pero la cualidad de los sonidos no residía en los músculos de los hombres, pues persistía después del intercambio de martillos. Cuando observó esto, examinó el peso de los martillos. Eran cinco, y dos de ellos, que pesaban uno el doble del otro, producían la consonancia de la octava. Pitágoras determinó más adelante que el martillo que pesaba el doble del otro, producía con un tercer martillo, con el que estaba en la proporción de 4:3, un diatessaron (cuarta), y con un cuarto, con el que estaba en la proporción de 3:2, un diapente (quinta).
*Adaptado de Boecio, The Fundamentals of Music.
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