Los escritores griegos creyeron que la música poseía cualidades morales y que esta podía afectar el carácter y el comportamiento. Esta idea cuadraba con la concepción pitagórica de la música como un sistema de alturas de sonido y ritmo, regidos por las mismas leyes matemáticas que obran en todo el mundo, visible e invisible. El alma humana se veía como una combinación que se armonizaba mediante relaciones numéricas. Se creía que la música no solo reflejaba este sistema ordeno, sino que también penetraba en el alma y, en efecto, en el mundo inanimado. De ahí que se le atribuyesen milagros a los músicos legendarios de la mitología. Mediante la mitología de la imitación, Aristóteles explicó la forma en que la música podía actuar sobre la conducta. Afirmaba que esta imita (esto es, representa) las pasiones o los estados del alma: la dulzura, la ira, el valor, la templanza, y sus opuestos; en consecuencia, cuando alguien escucha música que imita a cierta pasión, resulta imbuido por esa misma pasión; ademas, si durante mucho tiempo escucha habitualmente la clase de música que despierta pasiones innobles, todo su carácter se estructurará según una forma innoble. En suma, si alguien escucha la clase censurable de música, se convertirá en la clase censurable de persona; pero, a la inversa, si escucha la clase idónea de música, tenderá a convertirse en la clase idónea de persona.
Tanto Platón como Aristóteles estaban de acuerdo en que la manera de producir la clase "idónea" de persona era mediante un sistema de educación pública cuyos dos elementos principales fuesen la gimnasia y la música, la primera para la disciplina del cuerpo y la segunda para la de la mente. En La república, escrita alrededor del 380 a.C., Platón insiste en la necesidad de un equilibrio entre estos dos elementos en la educación: demasiada música tornará al hombre afeminado o neurótico; demasiada gimnasia lo volverá incivilizado, violento e ignorante. "Quien mezcle la música y la gimnasia en las proporciones más justas y quien mejor las haga armonizar con el alma, podrá ser llamado con justicia músico verdadero". Pero solo ciertos tipos de música resultaban apropiados. Debían evitarse las melodías que expresaran suavidad e indolencia en la educación de quienes habían de ser adiestrados para convertirse en gobernantes. Solo habían de conservarse lo modos dórico y frigio, en cuanto que eran los que promovían las virtudes del valor y la templanza. Los otros modos debían excluirse, y deplorar los vigentes estilos que recurrían a la multiplicidad de notas, las escalas complejas y la mezcla de géneros y ritmos e instrumentos incompatibles. Además, no debían cambiarse los cimientos de la música una vez establecidos, puesto que la ausencia de reglas en el arte y en la educación conduce inevitablemente a lo licencioso en las costumbres y a la anarquía en la sociedad. Para Platón el dicho: "Dejadme hacer las canciones de una nación y no me preocuparé por quién haga sus leyes", expresaba una máxima política; más aún, era un juego de palabras, puesto que la palabra nomos, cuyo significado en general era el de "costumbre" o "ley", se empleaba asimismo para designar los esquemas melódicos de una pieza. En su Política (ca. 330 a.C.), Aristóteles es menos restrictivo que Platón en lo que concierne a determinados ritmos y modos. Admite el uso de la música para la diversión y el goce intelectual, así como para la educación. También sostiene que las emociones como la pena y el miedo se pueden extirpar mostrándola a la gente a través de la música y el drama.
Es posible que al limitar de este modo los tipos de música permisibles en el estado ideal, tanto Platón como Aristóteles deplorasen conscientemente ciertas tendencias de la vida musical de su época, en particular el empleo de ciertos ritmos vinculados con los ritos orgiásticos, la música instrumental complicada y los virtuosos profesionales. Estos filósofos eran conscientes de que la música ejercía un gran poder sobre la mente y los sentimientos. En la historia ha habido muchos ejemplos de prohibición de ciertos tipos de música en beneficio del bienestar público. La música estuvo reglamentada en las primeras constituciones, tanto de Atenas, como de Esparta. En siglos posteriores los escritos de los padres de la Iglesia contienen muchas advertencias contra tipos específicos de música. Este tema tampoco ha muerto en el siglo XX. Las dictaduras, tanto de derechas como de izquierdas, han intentado controlar la actividad musical de sus pueblos; los educadores todavía se preocupan por los tipos de música, de películas y de literatura a que se ven habitualmente expuestos los jóvenes.
Es posible que al limitar de este modo los tipos de música permisibles en el estado ideal, tanto Platón como Aristóteles deplorasen conscientemente ciertas tendencias de la vida musical de su época, en particular el empleo de ciertos ritmos vinculados con los ritos orgiásticos, la música instrumental complicada y los virtuosos profesionales. Estos filósofos eran conscientes de que la música ejercía un gran poder sobre la mente y los sentimientos. En la historia ha habido muchos ejemplos de prohibición de ciertos tipos de música en beneficio del bienestar público. La música estuvo reglamentada en las primeras constituciones, tanto de Atenas, como de Esparta. En siglos posteriores los escritos de los padres de la Iglesia contienen muchas advertencias contra tipos específicos de música. Este tema tampoco ha muerto en el siglo XX. Las dictaduras, tanto de derechas como de izquierdas, han intentado controlar la actividad musical de sus pueblos; los educadores todavía se preocupan por los tipos de música, de películas y de literatura a que se ven habitualmente expuestos los jóvenes.
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